Concepto
Denominación de carácter periodístico y, en cierto sentido, publicitario o al menos editorial, que se aplicó a la difusión exitosa y simultánea de un reducido grupo de escritores, en los años sesenta del siglo XX, que no configuraron ningún grupo, tendencia o escuela artística, y cuya única seña de identidad en común era el uso de la lengua española y el hecho no ser nativos de España sino de diversos países del bloque hispanoamericano.
La mayoría de los especialistas suele situar el punto de arranque de este fenómeno mediático centrado sin excepciones en el género novelístico, con obras que estuvieron no sólo un gran reconocimiento crítico sino también un elevado número de lectores en junio de 1963, con la publicación de la mítica y revolucionaria rayuela, del argentino J. Cortázar, que fue contemporánea de los primeros títulos significativos del peruano M. Vargas Llosa (La ciudad de los perros, 1963; La casa verde, 1966), del mexicano C. Fuentes( la muerte de Artemio Cruz, 1962; cambio de piel, 1967) y sobre todo el colombiano G. García Márquez, cuya novela Cien Años de Soledad ( 1967), consolidó el boom hasta el punto de convertirse en la obra más famosa, vendida y traducida de la lengua española, entre todas las posteriores del quijote.
Estos 4 autores constituyeron la avanzadilla y a la vez el indiscutible grupo protagónico del acontecimiento editorial que se comenta, y que tuvo como principal virtud la de ayudar a difundir y apreciar en el ámbito internacional el hombre y la obra de otros autores hispanoamericanos que les habían precedido o que eran sus contemporáneos, e incluso de muchos otros que surgieron en los años inmediatamente posteriores, hasta finales de la década de los sesenta; fecha en la que puede situarse el final de este periodo expansivo de las literaturas hispánicas transatlánticas, en una Europa y unos Estados Unidos hasta entonces más bien indiferentes ante ellas.
En el primer grupo configurado por autores de la obra ya consolidada y no méritos que el boom ayudó a poner en circulación a partir de la segunda mitad de los años sesenta, cabe mencionar a los argentinos J. L. Borges, E .Sábato, A. Bio y Casares; y M. Mujica Láinez, al uruguayo J. C. Onetti, al chileno J. Donoso, al peruano J. R. Ribeyro, al colombiano A. Mutis, al venezolano A. Uslar Pietri, al paraguayo A. R. Bastos; a los cubanos Infante, al guatemalteco M. A. Austrias y a los mexicanos J. Rulfo y J. J. Arreola.
En el segundo grupo de los apartados que integrarían estos ejemplos, que corresponde a autores más jóvenes o de obra más tardía, cuya difusión se vio beneficiada por el interés despertado por el boom en el público de habla española y de otras lenguas, podrían incluirse los chilenos J. Edwards, F. Alegría y E. Lafourcade, el argentino Mipuig, el guatemalteco A. Monterroso, el cubano S. Sarduy, los mexicanos V. Lenero y S. Pitol, el peruano A. Bryce Echenique o el venezolano S. Guarmendia.
La significación del boom como acontecimiento sin referentes ni paralelos en la historia de las letras hispánicas, admite diversas lecturas que son otras tantas propuestas parciales para entender su singularidad. En primer lugar, no fundó una escuela o movimiento, ni dejó por tanto continuadores o corrientes que puedan adscribírsele en el estricto sentido literario, por lo que su huella no es otra que la difusión y la apertura al mundo de una vasta región cuya literatura permanecía ignorada o conocida de manera confusa y parcial.
En segundo lugar, no representó la evolución o continuidad de ningún ismo por el cual las letras del sub continente hubiesen sido conocidas con anterioridad: nada hay en él que lo asocie a los poetas románticos decimonónicos, al modernismo de un R. Darío, a las diversas vanguardias del cono sur (ultraístas, creacionistas) ni mucho menos al indigenismo. En tercer lugar, hizo por primera vez de hispanoamérica, tierra de cronistas y poetas, una potencia narrativa de primer orden que se sorprendió por igual a españoles y a lectores de otras lenguas.
Su punto de partida político, finalmente, que lo asoció a los movimientos revolucionarios de su época y lugar por la ideología izquierdista de sus principales representantes, a acabó diluyéndose con el paso del tiempo, bien por la evolución de estos hacia otras posturas o por la evolución de éstos hacia otras posturas o por la incorporación de autores de muy variadas ideologías, hasta devenir un claro ejemplo ecuaniménico continental, en el que caben todos los matices estéticos y políticos.
Origen
No se sabe con detalle cómo fue el origen de esta corriente. Muchos dicen que surge como una caricaturización de la realidad. Pero otros afirman que el escritor busca manifestar su punto de vista de la realidad. También se dice que surgió por la misma necesidad de los escritores de mostrar algo innovador, algo que rompiera con todas las facetas, algo que le dejara crear su propio estilo, algo que le permitiera liberar y dar rienda suelta a su imaginación, alguna cosa que invitara a los lectores a retomar el gusto por la literatura, ya que ellos estaban buscando algún libro con el que se sintieran apoyados y comprendidos, que mostrara a los demás que las injusticias de las cuales él se quejaba eran reales y que otra persona también se dio cuenta y lo estaba expresando en ese libro.
Al hablar del boom nos referimos a un grupo de narradores que se da a conocer con una proyección internacional a partir de la publicación de sus obras en España, donde se instalaron, huyendo de los regímenes autoritarios. Tan marcada dejaron su huella en la tierra que la literatura en castellano de los sesenta reconocida por los autores latinoamericanos más que por el resto de autores españoles.
Si bien la noción de boom parece menos apropiada para un análisis de tendencias literarias que el término nueva novela, tampoco es posible prescindir por completo de ese concepto que, a fuerza de ser usado por todos, se ha convertido en sinónimo de la narrativa de los sesenta y ha sido consagrado por los mismos escritores.